La impresionante belleza de estos pequeños islotes, unida a la exuberancia de su naturaleza, le confiere a este sitio paradisíaco ese hálito de virginidad que sorprendiera a sus primeros descubridores, así, Diego Velásquez, el Conquistador de Cuba, lo bautizó inicialmente como Jardines de Rey, en homenaje al soberano de España.

Las más remotas noticias sobre le cayería se remontan a la época de la conquista, así algunos de los Cayos como Cayo Romano, sirvieron de refugio a los indios cubanos, en sus enfrentamientos a las fuerzas de Diego Velásquez en 1511. Posteriormente, a finales del siglo XVl, junto con Cayo Coco sirvieron de guarida a corsarios y piratas, y de cuartel a famosos hombres de mar como Jacques de Sores, Henry Morgan y otros tantos que, gracias al comercio de rescate y saqueo a las propiedades de la Corona Hispana en las Antillas, se hicieron de fama y títulos nobiliarios las transparentes playas de estos dos Cayos fueron mudo testigo de hechos trascendentales en ellas desembarcaban su carga de esclavitud los barcos negreros luego de prohibida la trata y por ellas llegaron, años después numerosas expediciones de cubanos que luchaban contra el dominio colonial finales del siglo XIX, los fértiles valles y la existencia de Agua facilitó en Cayo Romano el asentamiento de prósperos hacendados en sus tierras y el posterior desarrollo de la ganadería y la apicultura, riquezas diezmadas por la ocupación del Ejército Español durante la Guerra de los Diez Años. Luego se convirtió en habitad de leñadores y carboneros, con la consiguiente tala indiscriminada de sus frondosos bosques. En este mismo siglo fue construido por esclavos chinos en Cayo Sabinal el Faro Colón, segundo en el país por su altura de 52m.